El calvario del servicio de energía
Por: Cristino Álvarez Jorge, cristinoalvarez@gmail.com
Barranquilla, marzo 4 de 2024.
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La cruz que llevamos a cuestas los habitantes de Barranquilla y el Atlántico con la prestación del servicio de energía eléctrica cada día nos pesa más y ya se está volviendo insoportable su sostenimiento. Parece que su solución se encontrara en un laberinto cuya entrada no se encuentra. O en una casa cerrada con llaves por dentro y arrojadas al mar. Manifestaciones, mítines, plantones y reuniones de usuarios entre sí y con autoridades nacionales, departamentales y municipales y nada de nada. A este problema no se le ve luz, ni al comienzo, ni a la mitad, ni al final del túnel.
Desde marzo de 1992, con el apagón de Gaviria, prolongado hasta febrero de 1993, la tranquilidad en los hogares barranquilleros no se ha podido aclimatar. Los sobresaltos que nos aquejan son el pan de cada día, porque cuando no es una cosa es la otra. “Cuando no es Chana, es Sebastiana”, dirían en mi pueblo. La “solución” que encontró en aquel momento el gobierno del “bienvenidos al futuro” fue privatizar el sector eléctrico bajo el falso argumento de la ineficiencia del Estado, pasando por alto el verdadero, la incompetencia de quien lo administraba y el cumplimiento del Consenso de Washington. Años después, en 1998, ese Estado ineficiente constituye, fragmentando el mercado, a Electricaribe y Electrocosta como sociedades anónimas para deshacerse de las electrificadoras de la Costa. Lo hizo en una subasta pública, pero con un solo oferente, el consorcio conformado por Houston Industries y Electricidad de Caracas, que se convierte en accionista mayoritario, con el 65%, y el Estado colombiano y CORELCA con el resto, es decir, el 35%. El Estado colombiano, quién lo creyera, asociado con empresarios privados extranjeros para prestar el servicio público de energía eléctrica.
Posteriormente se da la de CORELCA, y con ella, se echaron al traste los objetivos de su creación, como era desarrollar “los programas de expansión del sistema eléctrico de la Costa Atlántica en base a centrales generadoras de gran tamaño y líneas de transmisión e interconexión para suministrar energía en bloque a las empresas electrificadoras y los complejos industriales y agrícolas” [1]. La privatización de CORELCA acabó con el sueño de muchos municipios y corregimientos apartados de la civilización de tener la anhelada luz eléctrica en sus hogares, como también el de los usuarios de la ciudad y el campo de tener tarifas cómodas debido que en “CORELCA y su grupo de subsidiarias, donde hay generación, transmisión y distribución” [2] los costos de producción resultaban menores, por lo que se llama economía de escala.
Aparece a finales de 2000 el nada bien recordado grupo Unión Fenosa. Al adquirir a Electricaribe y a Electrocosta, las fusiona, y se convierte así a partir de 2007 y a través de Electricaribe en el amo y señor de la prestación del servicio de energía eléctrica en Barranquilla y en el Atlántico y la Costa hasta la intervención [noviembre 2016] de Electricaribe por “insolvencia financiera” [3] y su posterior liquidación [marzo 2017] por la inservible y sobornable Superintendencia de Servicios Públicos. El 85% de participación del grupo Gas Natural Fenosa pasó entonces a manos del Estado colombiano.
Con la liquidación de Electricaribe se cumplieron 19 años de fracaso en la prestación del servicio de energía eléctrica por el sector privado, pero quienes han administrado al Estado no han aprendido la lección y persisten, tercamente, en la misma política equivocada. Fue así como el gobierno del “Pacto por Colombia, pacto por la equidad” le entregó los activos de Electricaribe a Aire Energía. La cedió a menosprecio, en una operación opaca y por una suma irrisoria. Por su nombre, muchos creyeron recibir una vaharada fresca de aire, que pronto se tornó tóxico, porque el negocio venía con la gabela adicional de establecer, para la Costa, un régimen tarifario especial. Es el grillete que nos tiene hoy acogotados, al borde de la asfixia, y del que no tenemos forma, ni la fuerza, de sacudirnos. Como colofón del calvario que padecemos con la prestación del servicio de energía, el gobierno que consagró a la “Colombia, potencia mundial de la vida” ratificó en su Plan de Desarrollo el oprobioso régimen tarifario heredado del gobierno anterior. Con el agravante de que, al expedir, esa sí de su cosecha, la Resolución 101-028 de noviembre 24 de 2023, autorizó a Aire Energía a incluir en la factura el “costo asociado con la recuperación del saldo de la opción tarifaria [COT]” por valor de 193 pesos con 08 centavos, colocándole un peso más a la cruz que llevamos encima.
Al servicio público domiciliario de energía no le ha llegado el cambio. En Barranquilla, en el Atlántico y en el resto de la Costa seguimos sufriendo con las altas tarifas y con los abusos de las empresas prestadoras del servicio. Lo que hay es más de lo mismo. Las tarifas del servicio se vienen incrementando escandalosamente y se les incluyen nuevos ítems a las facturas, como viene sucediendo, sin estar sujetas a la capacidad de pago de los usuarios y sin incluir en ellas un mínimo vital gratuito para los estratos 1, 2 y 3. Urge entonces empezar constituyendo una empresa industrial y comercial del Distrito manejada técnica y financieramente bien, con el número de trabajadores necesarios y suficientes, que ingresen por méritos, alejada de la politiquería y la burocracia, una empresa que genere, transmita, distribuya y comercialice la energía, para no tener que satisfacer la demanda comprándosela a la especulativa bolsa de energía. Mano de obra calificada para administrarla tenemos y de sobra. Y si el departamento se suma, mucho mejor.
De no proceder así, y tal como está el panorama, parecería que estuviésemos condenados a volver a las velas y a los mechones, con la dificultad para sus usos que la exploración y explotación de petróleo está suspendida, lo cual aumentaría los precios. Pero por muchas que sean las adversidades hay que persistir en la organización, en la lucha, en el estudio y en la búsqueda de la solución al problema. Y si en la búsqueda de la solución a tan apremiante situación, la pita ha de romperse, que se rompa, así sea por la parte más delgada.