Tomado de: Ojo Pela’o Magazine
Cuando se habla de La Guajira, el debate suele oscilar entre la tragedia y la resignación. Pero esta tierra, rica en historia y cultura, no está condenada ni a la pobreza ni al olvido. La Guajira no es un territorio agotado, sino un pueblo resiliente con el potencial de reinventarse.
El libro Poder y Progreso, de los economistas Daron Acemoglu y Simón Johnson, ofrece una visión clara: el verdadero desarrollo no proviene de la simple adopción de nuevas tecnologías, sino de la forma en que las sociedades las integran para generar bienestar equitativo. Para La Guajira, esto significa superar el extractivismo sin destruir lo que nos ha permitido llegar hasta aquí.
El Cerrejón: Pilar del presente, puente hacia el futuro
Hablar del desarrollo de La Guajira sin mencionar a El Cerrejón es ignorar su realidad económica. No es solo una mina de carbón, sino el corazón productivo de la región. Su impacto es indiscutible: aporta el 45% del PIB guajiro, el 5,8% de las exportaciones nacionales y, en los últimos tres años, ha generado $4,5 billones en regalías, $175 mil millones en impuestos para los municipios y $200 mil millones en inversión social, además de $850 mil millones en proyectos ambientales.
Sin embargo, la minería enfrenta desafíos crecientes. A pesar de que el consumo mundial de carbón sigue en niveles récord, problemas como la falta de competitividad, los bloqueos en la línea férrea y las dificultades logísticas han reducido drásticamente su producción. El dilema no es si La Guajira debe dejar atrás el carbón, sino cómo construimos una economía robusta que no dependa de una sola industria.
La clave, como advierten Acemoglu y Johnson, no es destruir lo que funciona, sino rodearlo de nuevas fuentes de riqueza. En lugar de ver el cierre de El Cerrejón como una amenaza, debemos convertirlo en una oportunidad para diversificar la economía, atraer inversión y generar empleo en sectores estratégicos.
Del extractivismo a la diversificación productiva
La Guajira tiene todo para convertirse en un motor de crecimiento sostenible. Energía renovable, gas, pesca sostenible, agroindustria, turismo ecológico y digitalización pueden transformar la región en un polo de desarrollo integral.
Pero esta transformación no puede repetir el viejo modelo donde las grandes empresas extraen recursos sin dejar beneficios reales. Se necesita una estrategia que priorice la inversión en infraestructura, educación y desarrollo local, asegurando que sean los guajiros quienes lideren el futuro de su tierra.
Educación y capacitación: El mayor activo de La Guajira
Sin inversión en capital humano, ninguna transición económica será justa ni sostenible. La educación debe ser la gran apuesta del desarrollo guajiro.
El gobierno y el sector privado deben crear programas de formación en energías renovables, agricultura sostenible, emprendimiento digital e industrias creativas. Instituciones como el SENA y la Universidad de La Guajira deben ampliar su oferta académica, conectando a los jóvenes con las oportunidades del futuro.
No podemos permitir que las nuevas oportunidades solo beneficien a inversionistas extranjeros mientras los guajiros siguen marginados. Si queremos que esta tierra florezca, debemos garantizar que su gente tenga las herramientas para aprovechar el cambio.
Infraestructura y recursos energéticos: La llave del desarrollo
Ninguna transformación es posible sin infraestructura y acceso a recursos energéticos sostenibles. Poder y Progreso demuestra que los países que logran distribuir los beneficios del crecimiento son aquellos que invierten en servicios básicos y aprovechan estratégicamente sus riquezas naturales.
En La Guajira, esto implica culminar la represa del río Ranchería, una obra clave que podría resolver el histórico problema del agua potable, transformar la agricultura y mejorar la calidad de vida.
Asimismo, el reciente descubrimiento del pozo de gas Sirius-2, en aguas profundas del Caribe colombiano, representa una oportunidad única para que La Guajira se convierta en un líder energético con visión sostenible. Este recurso debe gestionarse con un enfoque de desarrollo regional, asegurando que genere empleo local y fortalezca la economía sin repetir los errores del pasado.
Además, es crucial garantizar que la energía que se produce en la región también llegue a sus habitantes. No podemos seguir viendo parques eólicos y solares en La Guajira mientras sus comunidades siguen sin electricidad. La inversión en infraestructura no es solo una deuda histórica, sino la base para cualquier modelo de desarrollo real.
Transparencia: La garantía de un desarrollo equitativo
El mayor obstáculo para el progreso de La Guajira no ha sido la falta de recursos, sino la corrupción y la mala gestión.
Los proyectos de inversión han fracasado no por falta de dinero, sino porque han sido ejecutados sin control, sin planificación y sin rendición de cuentas. Si queremos una nueva Guajira, necesitamos un modelo de transparencia donde cada peso invertido tenga un impacto real en la vida de la gente.
Esto significa crear mecanismos de control ciudadano, auditorías independientes y acceso público a la información sobre los recursos de la transición energética. La comunidad debe participar activamente en las decisiones económicas, asegurando que los beneficios lleguen a todos y no solo a unas élites privilegiadas.
Un nuevo acuerdo social para La Guajira
El mayor reto no es económico, sino político y social. Acemoglu y Johnson destacan que el progreso sostenible solo ocurre cuando las sociedades rompen con estructuras de poder que perpetúan la desigualdad.
Es hora de un nuevo acuerdo social en el que las decisiones sobre el desarrollo de La Guajira no se tomen en Bogotá ni en las juntas de multinacionales, sino con la voz y participación de los guajiros. Esto significa respetar la autonomía de los hermanos Wayuu, fortalecer el tejido empresarial local y asegurar que las oportunidades sean accesibles para todos.
Un futuro posible
La Guajira no es una tierra de carencias, sino de posibilidades. No está condenada al rezago, sino llamada a liderar una nueva era de desarrollo.
Si Colombia aprende de Poder y Progreso y aplica las lecciones de las transiciones económicas exitosas, esta región puede convertirse en un modelo de transformación productiva.
El posible cierre de El Cerrejón no debe verse como el fin, sino como el inicio de un renacer económico. Con inversión en infraestructura, educación y diversificación productiva, La Guajira puede dejar de ser el ejemplo de lo que no funciona y convertirse en la prueba de que el progreso es posible cuando se hace con equidad y visión de futuro.
Juana Cordero Moscote