El verdadero Fajardo

Muy bien salió la presentación de la candidatura presidencial de Sergio Fajardo el domingo pasado, según indican tantos comentarios positivos en las redes, el respaldo de sus numerosos voluntarios, las noticias y las entrevistas. También resalta el éxito por los ataques de quienes tendrían que competir con Fajardo en la segunda vuelta de 2026, porque las encuestas dicen que Fajardo les gana a todos en esa votación. Un competidor que genera temores.

Ante el reencauche de las canalladas de las bodegas petristas contra Fajardo, sirve demostrar que Fajardo de “tibio” no tiene nada y que sí exhibe un temple y una firmeza notables.

Al finalizar su bachillerato, Fajardo, a diferencia de sus compañeros de curso, decidió estudiar matemáticas para ser profesor universitario, con lo que mostró su temprana vocación de servidor público, una forma clave de pensar para poder acertar en política.

Tras 19 años de docencia, en 2003, Fajardo decidió aspirar a la alcaldía de Medellín. Pero no como candidato de su clase política –que hubiera podido serlo–, sino compitiendo con ella, a la que venció con el respaldo de ciudadanos parecidos a él, que no tenían la política como un negocio. Y gobernó sin recurrir al clientelismo ni a la mermelada. Además, con la misma independencia y firmeza, unos años después, también a mano limpia, ganó la gobernación de Antioquia.

Y Fajardo fue elegido como el mejor alcalde y el mejor gobernador de Colombia.

Ante sus éxitos, y como era de esperarse, políticos tradicionales intentaron cooptarlo como su candidato a la presidencia de Colombia, invitaciones que, con firmeza y cortesía, Fajardo declinó, por no ser compatibles con sus puntos de vista.

Pero sí aceptó ser el candidato a la vicepresidencia de la candidatura presidencial de Antanas Mockus.

Para las elecciones de 2018, Fajardo promovió una coalición de fuerzas políticas independientes a las tradicionales y fue su candidato presidencial. Y por solo 253 mil votos perdimos con Gustavo Petro el derecho a pasar a la segunda vuelta, en buena medida porque no aceptó el respaldo de los partidos que habían gobernado a Colombia. Otra vez, Fajardo mostró su carácter y la firmeza de sus concepciones.

En la segunda vuelta, también coincidí con Fajardo en votar en blanco –un voto tan respetable como los demás–, porque consideramos insalvables las diferencias que teníamos con Gustavo Petro y con Iván Duque. Un voto difícil, para el que se necesita firmeza, porque suele no gustarles a quienes van a votar diferente. Y repetimos el voto en blanco en 2022.

Votos en blanco por los que nos agredieron las bodegas petristas, en especial a Fajardo, en una campaña de mentiras y bajezas, con la colaboración solapada de sectores no petristas. Desde entonces confirmé que no hay voto más difícil que el voto en blanco. Porque al que vota por A o por B lo respaldan los electores de A y B, que suelen ser casi todos, mientras que los que votan en blanco son bastantes menos. A quien no tenga arraigadas convicciones y firmeza, le sugiero no votar en blanco.

Y las bodegas petristas, mintiendo con descaro y cinismo, siguen tratando de “tibio” a Fajardo, mientras que le aplauden sus componendas politiqueras y enmermeladas a Gustavo Petro, conocido por haberle vendido su alma al diablo.

Bogotá, 26 de julio de 2025.