El Poder de las Emociones: ¿Puede Riohacha Redefinir su Futuro?

Por Juana Cordero
12 de junio de 2024

Compartir publicación

El Poder de las Emociones: ¿Puede Riohacha Redefinir su Futuro?

En su revelador libro El país de las emociones tristes , Mauricio García Villegas examina la influencia de las emociones en la naturaleza humana y culmina con una discusión sobre el mal, la polarización política y una defensa ética de la tolerancia. Inspirado por su reciente aparición en el podcast El Profesor con educación todo se puede con Sergio Fajardo, este análisis cobra aún más relevancia para nuestro contexto local. Lo que me cautivó del programa fue la discusión sobre el poder transformador de las emociones y la importancia que estas tienen en la política y en la vida.

 

Riohacha, nuestra amada ciudad, ha sido un reflejo de las emociones que predominan en nuestro país. Aquí, las emociones tristes como el odio, la venganza y el resentimiento han moldeado muchas de nuestras interacciones y decisiones, tanto a nivel personal como político. Hemos sido testigos de demasiados conflictos que podrían haberse resuelto pacíficamente, pero que terminaron en enfrentamientos. Proyectos que prometían desarrollo y bienestar quedaron extraviados en disputas internas, y consensos que podrían haber transformado nuestra realidad se rompieron por rencores y odios enquistados.

 

Este patrón emocional no es único de Riohacha, sino que es una característica extendida en Colombia. Sin embargo, nuestra ciudad, con su rica historia y cultura, tiene el potencial de ser un ejemplo de cambio. El libro de García Villegas nos invita a considerar cómo nuestras emociones afectan no solo nuestras vidas personales, sino también la salud de nuestra comunidad y nuestra nación.

 

La Revolución Cognitiva ha arrojado luz sobre el profundo impacto de las emociones en nuestras decisiones y comportamientos. Baruch Spinoza, el filósofo del siglo XVII, argumentaba que las emociones tristes como el odio, la venganza, el resentimiento y el miedo, y las emociones amables o plácidas como la benevolencia, la civilidad, la compasión, el respeto y la simpatía, mantienen una lucha constante en nuestro interior. Esta batalla emocional no solo define a las personas, sino que también da forma a la identidad cultural de las sociedades.

 

En Colombia, esta tensión ha estado históricamente desequilibrada. Demasiados conflictos que podrían haberse resuelto pacíficamente han degenerado en guerras. Demasiados proyectos prometedores se han extraviado en disputas entre facciones. Demasiados consensos han sido rotos por rencores profundos. Las leyes y los buenos propósitos han naufragado en un mar de odios y malentendidos. Aunque la injusticia social, el despotismo, la oligarquía, la incapacidad administrativa y la corrupción han jugado papeles significativos en estos fracasos, muchos de estos pesares habrían sido más fáciles de superar sin el veneno de las emociones negativas que han infectado nuestra política y nuestra cultura.

 

Riohacha no es una excepción a esta dinámica. Nuestra historia está llena de ejemplos de cómo las emociones destructivas han frenado el progreso y han impedido la cohesión social. A medida que celebramos el legado de Francisco El Hombre, debemos recordar que su música y su vida no solo representan la alegría y la riqueza cultural de La Guajira, sino también el poder de las emociones positivas para unir a las personas y construir comunidades más fuertes.

 

El festival Francisco El Hombre es una oportunidad para que los Riohacheros celebremos nuestra herencia cultural y reflexionemos sobre nuestro futuro. Es un momento para que todos, desde los líderes políticos hasta los ciudadanos de a pie, reconozcan la importancia de equilibrar nuestras emociones. Debemos fomentar la benevolencia, la civilidad, la compasión, el respeto y la simpatía en nuestra vida diaria y en nuestra política.

 

Cambiar el rumbo de Riohacha y, por extensión, de Colombia, requiere un cambio profundo en la manera en que hemos sido gobernados durante décadas. Necesitamos líderes que no solo sean competentes administrativamente, sino también emocionalmente inteligentes. Líderes que puedan inspirar con su empatía y su capacidad para fomentar el diálogo y la cooperación, en lugar de perpetuar la división y el conflicto.

 

La revolución que necesitamos no es solo política o económica; es una revolución emocional. Es hora de que Riohacha se convierta en un faro de tolerancia y entendimiento, donde las emociones amables prevalezcan sobre las tristes. Esto no solo hará de nuestra ciudad un lugar mejor para vivir, sino que también servirá de ejemplo para otras comunidades en Colombia y más allá.

 

¿Cómo podemos entonces, como Riohacheros y Guajiros, transformar nuestras emociones y, por ende, nuestra realidad? ¿De qué manera las emociones negativas han afectado nuestras decisiones y relaciones en Riohacha? ¿Cómo podemos, como individuos y comunidad, promover emociones positivas en nuestra vida diaria y en nuestra política local? ¿Qué acciones concretas podemos tomar para fomentar la civilidad, la compasión y el respeto en nuestras interacciones? ¿Cómo puede cada uno de nosotros contribuir a un cambio emocional en nuestra sociedad, comenzando con nuestras propias actitudes y comportamientos? ¿Estamos dispuestos a reconocer y enfrentar las emociones tristes que han dominado nuestra historia, para poder construir un futuro más equilibrado y armonioso?

 

Estas preguntas nos invitan a reflexionar y a tomar acción. Al reconocer y enfrentar las emociones tristes que han dominado nuestra historia, podemos empezar a construir un futuro más equilibrado y armonioso. Cambiar el rumbo de nuestra ciudad no es tarea fácil, pero es posible si cada uno de nosotros se compromete a cambiar primero desde adentro.

 

En este festival, mientras disfrutamos de la música y la camaradería, tomemos un momento para pensar en cómo podemos contribuir a este cambio. Cada uno de nosotros tiene el poder de influir en el balance emocional de nuestra sociedad. Al elegir la compasión sobre el resentimiento, la civilidad sobre la hostilidad, y la benevolencia sobre el odio, podemos empezar a construir una Riohacha y una Colombia más justas y equitativas.

 

La herencia de Francisco El Hombre nos recuerda que, a través de la música y la cultura, podemos encontrar formas de sanar nuestras heridas y unirnos en una celebración de nuestra humanidad compartida. Que este festival sea no solo una fiesta, sino también una llamada a la acción para todos los Riohacheros. Juntos, podemos cambiar el rumbo de nuestra ciudad y crear un futuro en el que las emociones amables guíen nuestras acciones y decisiones.

 

Este es el legado que podemos construir: uno de esperanza, unidad y progreso, basado en el poder transformador de las emociones positivas.

Sigue a Juana Cordero en sus redes sociales

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...