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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Por Luis Carlos Orejarena
18 de marzo de 2024

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Luis Carlos Gorgona

Bajo una laboriosa gestión de los EE.UU. en Colombia, el gobierno de Gustavo Petro ha decidido continuar con los planes de instalación de un radar de monitoreo costero en la llamada isla ciencia, Gorgona, con la excusa de la interdicción marítima del narcotráfico en el Pacífico colombiano, y a pesar de las serias falencias técnicas en la licencia ambiental.

 

A raíz de esto, el Comité Salvemos Gorgona me solicitó un concepto técnico sobre los posibles impactos de la instalación y operación de dicho radar, el cual respondí en mi calidad de ingeniero electricista de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, y de especialista en en tecnologías de información y sostenibilidad. Luego de un cuidadoso análisis, encontré que este podría tener un grave impacto en el área protegida.

 

La negligencia del Gobierno nacional sobre los impactos del radar


Al revisar la licencia ambiental que autoriza el proyecto militar, encontré no existe ningún estudio que evalúe los posibles impactos que podría tener la operación de este tipo de artefactos en un área protegida tan sensible como Gorgona sobre los seres humanos, la flora y particularmente sobre la fauna, que incluye especies en peligro de extinción.

 

Los principios de precaución y prevención que rigen en materia ambiental, indican que lo mínimo en este caso era evaluar los riesgos de la operación del radar y tomar medidas de mitigación, pero frente a este aspecto fundamental la licencia emitida por la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) no dice nada.

 

La ANLA les ha concedido licencia a las obras refiriéndose solamente a un estudio de impacto ambiental, que desde luego es mitigable, porque solo ha considerado la tala de árboles y labores de impacto en el muelle. Sin embargo, ha omitido cualquier evaluación ambiental sobre el radar, que es uno de los componentes centrales del proyecto.

 

Los radares suelen funcionar con campos electromagnéticos de radiofrecuencia (señales conocidas como RF) entre 300 MHz y 15 GHz, en un espectro de microondas.

 

La Organización Mundial de la Salud[1] (OMS) reconoce que los campos de RF dentro de esta parte del espectro electromagnético interactúan de manera diferente con los seres vivos y pueden ocasionar 2 tipos de efectos en ellos: efectos térmicos (calentamiento con alteraciones en sistemas orgánicos) y efectos no térmicos (alteraciones genéticas y celulares generalmente). Todos estos pueden afectar de manera trascendente y peligrosa la delicada vida nativa de la isla.

 

La ciencia lo advierte

 

Desde que se empezaron a usar las señales de radar en las grandes guerras[2], se evidenciaron efectos en la salud reproductiva, cáncer de piel, ceguera por el calentamiento de la córnea, problemas en cerebro y otros tejidos blandos en los operadores y el personal que estaba en un rango cercano de incidencia de la señal.

 

Desde la ciencia se han realizado muchos estudios para dar herramientas a la OMS, con la finalidad de tomar medidas de precaución que protejan la vida humana en la instalación y operación de radares.

 

Por ejemplo, en enero de 2018, el gobierno de EEUU publicó el estudio titulado Cáncer relacionado con la radiofrecuencia: evaluación de la causalidad en el entorno laboral / militar [3], el cual concluyó que “las exposiciones incurridas en los entornos de señales de radar evaluadas, aumentaron significativamente el riesgo de cáncer hemato-linfoide”. Como este, hay sendos estudios que han demostrado un importante riesgo para la vida.

 

Otro estudio sobre la señal de radar, pero centrado en insectos, fue publicado en 2018 en la revista Nature[4], la revista científica más importante sobre la actualidad internacional científica de la naturaleza.

 

En este se hizo referencia al impacto de señales RF con altas frecuencias, que abarcan las frecuencias entre los 2 GHz y 120 GHz, encontrando una afectación evidente sobre estos animales, con mutaciones genéticas y moleculares en su forma y tamaño.

 

También se han encontrado cambios evidentes de aves en cercanías de los aeropuertos[5] que van desde su comportamiento hasta su reproducción.

 

El riesgo para la conservación


Llama la atención que no hay ningún estudio técnico ni científico sobre la instalación y operación del radar en el PNN Gorgona. Tampoco se han incluido los impactos reconocidos por la ciencia en los análisis de riesgos, ni mucho menos en los planes de compensación.

 

Y es que precisamente en Gorgona existen más de 15 especies de murciélagos, que son los principales polinizadores de la Isla. Al tratarse de un Parque Nacional cuyos principales valores son la conservación y la investigación científica, como mínimo tendría que haberse indagado sobre los posibles impactos en estos mamíferos, cuyos sistemas de comunicación y ubicación además funcionan como una especie de sonar.

 

Esto cobra mayor importancia si se tiene en cuenta que Gorgona fue incluida en la famosa “lista verde” de la UICN (Unión Internacional para la Conservación Natural) como una de las áreas protegidas más conservadas a nivel mundial[6], incluso más que Galápagos.

 

Así lo advierte el concepto técnico que realicé y que fue aportado por el Comité Salvemos Gorgona en el marco de la Acción Popular que se adelanta ante el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, que actualmente está evaluando una solicitud de medidas cautelares para suspender el proyecto.

 

Este concepto técnico demuestra la gravedad de los impactos de los radares y la necesidad de realizar estudios específicos, que hoy brillan por su ausencia.

 

¿Por qué influirá el radar en la vida a pesar de tener buena altura?


De la instalación —y la señal más específicamente— se desconocen los estudios de radiación que produciría el radar. Sin embargo, a partir de los cálculos que es posible realizar con los datos de lo ya construido, entre los cuales se encuentra la ubicación y altura de la torre, se tiene que el radar impactaría de manera directa la mayor parte de la isla y la isla de Gorgonilla, como lo explicaré a continuación.

 

Aunque los primeros metros cercanos a la antena son una zona ciega de señal, esto no se prolonga más allá del doble de la distancia de la altura de la torre. Así, por ejemplo, 25 metros de altura daría una zona ciega de solo 50 metros.

 

No obstante, la forma del haz de la señal y la altura sobre la superficie determinan el rango mínimo de detección (MDR) de un objetivo. Ejemplo: una antena en forma de haz de abanico a 100 m sobre la superficie tiene un MDR de 400 mts, aproximadamente.

 

Las dimensiones de la isla son de aproximadamente 9 kms de longitud por 2,5 kms de ancho, por lo que el MDR muestra que la señal será incidente en el área de conservación natural de la isla.

 

Es claro que la instalación de un radar para actividades de monitoreo costero en un santuario de la biodiversidad como la isla Gorgona constituye una clara afrenta a la conservación de este ecosistema y del planeta.

 

Es por ello que la invitación es a exigirle al Gobierno que escuche la ciencia, que tenga en cuenta la literatura científica, que aplique los principios de precaución y prevención, que cumpla su promesa de proteger la vida y que conserve uno de nuestros más grandes tesoros naturales, cuyo legado debemos garantizar a las presentes y futuras generaciones. Si nos unimos, podemos detener este inconveniente proyecto.

 

[1] https://www.who.int/news-room/questions-and-answers/item/radiation-radar

 

[2] Estudio de 1943, titulado “A clinical study of the results of exposure of laboratory personnel to radar and high frequency radio”. Revista U.S. Naval Medical Bulletin 41:1052-1056 (1943). Citado en: Steneck NH, Cook HJ, Vander AJ, Kane GL. “Origins of U.S. safety standards for microwave radiation”. Revista Science 208:123-127 (1980).

 

[3] Estudio de 2018: Peleg M, Nativ O, Richter ED. Radio frequency radiation-related cancer: assessing causation in the occupational/military setting. Environ Res. 2018 May;163:123-133. doi: 10.1016/j.envres.2018.01.003. Epub 2018 Feb 22. PMID: 29433020. Disponible en: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29433020/

 

[4] Exposure of Insects to Radio-Frequency Electromagnetic Fields from 2 to 120 GHz. Arno Thielens, Duncan Bell, David B. Mortimore, Mark K. Greco, Luc Martens & Wout Joseph. Nature magazine. 2018.

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