Juan Manuel Ospina
7 de septiembre de 2022
Ante todo, debe tenerse en cuenta que aún a la aplanadora petrista en el Congreso, comandada por Roy Barreras, le queda bien difícil, por no decir imposible, pupitrear la reforma como es la intención del gobierno, aprovechando su luna de miel política. Basta ver cómo sin empezar su discusión, ya se conocen cambios avalados por el ministro Ocampo (retiro del impuesto a los ingresos de la minería del oro, el IVA a la gasolina en las fronteras y muy posiblemente a las bebidas edulcorantes y alimentos ultraprocesados…) Al ministro lo que más le preocupa es el valor total del recaudo; desde ya anuncia que podría venir una segunda reforma tributaria, esta sí “estructural y progresiva”.
Así como respecto a las personas naturales se parte de su diversidad en términos de ingresos y patrimonios para fijar tarifas progresivas que permitan, que quien gana o tenga más, pague más, igualmente entre las personas jurídicas las tarifas de los impuestos a pagar serían progresivas marginalmente: una PYME no debería pagar con las mismas tablas con que se le liquidarían los impuestos a una gran corporación. Debe imperar igualmente un espíritu, un sentido de progresividad, o sino, como sucede con las personas naturales, los más débiles, los más pequeños pagarían proporcionalmente un mayor porcentaje o proporción de sus ingresos, rompiendo la necesaria progresividad tributaria, fundamento de la equidad y garantía de la justicia tributaria.
La anterior, es una mirada sintética y general del escenario tributario que, con carácter de urgencia, ha presentado el nuevo gobierno al país. Dadas las dificultades y obligaciones fiscales actuales aumentadas por los compromisos hechos durante la campaña presidencial cuyo cumplimiento, aún parcial, exigirá a corto plazo el aumento del gasto público, el ministro Ocampo ha resaltado la urgencia de la reforma y dejado la puerta entreabierta para un segundo tiempo de reforma tributaria, que piensa se trabajaría libre de las afujías de la actual coyuntura, centrada en el propósito de lograr una mayor equidad tributaria, uno de los fundamentos económico – financieros de la equidad (y la justicia) social.
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